Carla Gloria Colomé - El País de Madrid
Luis Manuel Otero Alcántara le han dado unos pocos minutos para hacer la llamada de los martes. Agarra un teléfono público de la prisión de máxima seguridad de Guanajay, a las afueras de La Habana, y a la una y cinco de la tarde el artista responde unas preguntas por el tiempo que las autoridades carcelarias lo permitan.
Otero Alcántara es el preso político más famoso de Cuba, y, según dice, “el más peligroso” para el Gobierno.
Cuando los cubanos pensaron que no podían tener un líder, cansados ya de los suyos, la figura de Luis Manuel, artista autodidacta, emergió desde el barrio negro y pobre de El Cerro.
Su frase “estamos conectados”, sus desafiantes performances, sus varias detenciones policiales, sus huelgas de hambre y sed, y finalmente el acuartelamiento en su casa, la sede del conocido Movimiento San Isidro, hicieron girar sobre él no solo las miradas de los cubanos en la isla, sino las de todo el exilio y parte de la comunidad internacional.
En septiembre de 2021, su rostro aparecía entre las 100 personalidades más influyentes de la revista Time, al lado del opositor ruso Alexéi Navalni, la estrella pop Britney Spears, la tenista Naomi Osaka o el cantante boricua Bad Bunny.
“Su lucha incansable por la libertad de expresión y su postura intransigente contra la autocracia revelan el poder de la resistencia”, dijo en las páginas de esa publicación el artista chino Ai Weiwei.
“Su vida, su comportamiento y su expresión en conjunto son tan poderosos que pueden resistir la degeneración estética y ética del autoritarismo”, añadió.
La última vez que Otero Alcántara caminó por las calles de La Habana fue el 11 de julio de 2021. La fecha guarda para sí la protesta antisistema más grande que haya tenido lugar en Cuba desde la Revolución en el poder. Miles de cubanos salieron a las calles, y otros miles terminaron convertidos en presos políticos.
A tres años de su encarcelamiento, con una condena de cinco años de privación de libertad por los supuestos delitos de ultraje a los símbolos patrios, desacato y desórdenes públicos, Otero Alcántara mantiene nítido el momento en que la policía cubana cargó contra él en la calle de Prado, cuando se dirigía a sumarse a la manifestación, en el que, dice, fue uno de los días más felices de su vida.
Pregunta: ¿Tiene algún recuerdo particular del 11 de julio de 2021, del último día antes de la prisión?
Respuesta. Sí, había sido una buena semana, estábamos trabajando, organizando una especie de botiquín para traer medicinas a Cuba por el tema de la covid-19, y ese día, como a muchos, me sorprendió también que estuviera ese montón de gente en la calle. De hecho, yo creía que lo que estaba pasando era normal. En ese tiempo era relativamente común que la gente saliera a protestar porque no había agua, pero eran protestas chiquitas.
Ese día, en la sede del Movimiento San Isidro, mucha gente me decía: ‘Luis Manuel, convoca, convoca, convoca’, y realmente nunca he creído que tengo ese poder de convocatoria como la gente cree que tengo, y fue ahí cuando salí a la libertad. Salí sin teléfono, desconectado de todo, hasta el sol de hoy. Ese es uno de los días más felices de mi vida.
De hecho, cuando me detienen y me montan en una patrulla con tres guardias, el radiodifusor de la patrulla estaba anunciando: ‘Oye, bajan miles de personas por la calle San Lázaro, bajan miles de personas por el parque Trillo’. Y yo en ese momento dije: ‘Bien, ahora sí que se cayó’. Y el chofer de la patrulla me dijo: ‘Pero tú no vas a estar’.
Y le dije: ‘Yo no necesito estar, ya hice lo que iba a hacer’. Al lado mío había un guardia joven con nasobuco, que me hizo una seña como diciendo: ‘Ñó, estamos conectados’.
P. En algún momento se convirtió en la persona más conocida y, probablemente, más seguida de toda Cuba. ¿Qué cree que hizo que ocupase ese lugar?
R. Yo nunca me he visto un tipo bonito y la gente me ve un poco bonito, por ejemplo. Es lo mismo que pasa con esto. Yo partía primero de la necesidad de hacer arte, es una enfermedad, es mi vicio, en el que creo. Creo en eso, en el amor al otro. Desde niño siempre tuve eso, estar preocupado por el otro, preocupado por el niño que no tenía, aún cuando yo tampoco tenía. Si llevaba un peso, lo picaba a la mitad con el de al lado.
Tengo eso, y no es una maldición, pero a veces es una especie de no bendición, porque el estar preocupado por el otro, hace que yo no esté en Hawái, viviendo como cualquier artista de mi generación. Pero hay una responsabilidad con el otro que nunca me abandona. Yo soy uno de los tipos más felices del mundo. Mi felicidad se factura cuando hago por el otro. Y eso viene intrínseco, dentro de mí, no me lo propongo. Partiendo de ahí hago arte comprometido con la realidad. La misma realidad muchas veces me puso a prueba.
Fui a Madrid, podía haberme quedado, podía haber escogido el camino del arte fácil, de pintar flores, o hacer un tipo de arte político que lo fuera simplemente como discurso y que no activara contenidos reales dentro de la realidad, y que no moviera la realidad, porque el arte mueve la realidad si tú como artista te lo propones. De lo contrario se vuelve una caricatura política.
A partir de ahí, seguí y seguí trabajando, y de momento me di cuenta de que un montón de gente estábamos conectados en la misma línea. También, por cierta locura que tengo, resisto diferente la agresión. Y también por el vacío que hay en Cuba de liderazgo, mucha gente me puso en ese sitio. Fue una mezcla: un cierto carisma que creo que tengo, la obra que crea un impacto, un compromiso con la gente. La realidad contemporánea no es rígida, y ser artista, tener ciertas libertades, hace que abarque un poco más que si hubiese sido político, algo que implica comportarse de una manera, vestirse de una manera, y yo amo la libertad por encima de todo.
P. Entonces hablemos de la libertad. ¿Qué es para usted la libertad: cuán preso está, cuán libre está?
R. Preso estoy, por supuesto. La libertad es una construcción, en el sentido en que se va construyendo en el día a día. No eres libre, eres un poquito más libre que ayer y un poquito menos que mañana. En esa construcción vas perdiendo posibilidades.
Por ejemplo, yo tengo que acostarme a una hora, levantarme a una hora, vivo tras rejas, puedo hablar solo dos veces por semana. En la calle puedes hablar siempre, puedes tomar agua fría, puedes tener sexo. Son todas las limitaciones que te van quitando, esos espacios que te dicen “no eres libre”. Aquí hay quien decide cómo te vistes, cómo te pelas, cómo te afeitas.
Todo eso son libertades que pierdes estando preso, y yo estoy preso. Por suerte aquí logro pintar, creo que es uno de los pocos espacios de mi propia libertad. Ellos no han querido meterse ahí, porque si se meten saben que me van a matar. Creo que gracias al arte, a la pintura, al dibujo, es que he podido sobrevivir estos tres años.
Sigo dibujando, pintando, haciendo cosas. Proyectos tengo muchos, de cosas que me remontan a la infancia, traumas de la infancia, el sexo en la infancia, el maltrato de los profesores. En tres años tengo mucho, probablemente cada semana se me ocurre una idea. De lo contrario, en este encierro yo fuera como un gorrión, y me hubiera metido contra las rejas hace rato.
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