Observando las actitudes y declaraciones de algunos políticos, resulta evidente que las recriminaciones internas y la negativa rotunda a considerar una posible alianza entre blancos y colorados bajo un mismo lema están debilitando la alternativa futura al gobierno de izquierda.
Esto podría alejar la posibilidad de un retorno al poder de esa mitad de Uruguay que no desea ser gobernada por corrientes tupamaras y comunistas.
Si estas posturas persisten, como ocurrió al no apoyar la fórmula Delgado-Ripoll (que no niego que con el diario del lunes pueda haber sido un error estratégico) y
priorizar intereses individuales sobre el objetivo común, se vislumbra un escenario difícil para la coalición en 2029, incluso con un eventual regreso de Luis Lacalle Pou.
Sin una estrategia actualizada y acorde a los tiempos, el fanatismo partidario y el apego a las batallas históricas como Masoller y Carpintería podrían sellar el destino del Uruguay de Centro, dejando el camino libre para la consolidación de la izquierda por muchos años mas.
Seregni demostró visión y liderazgo al unir a las izquierdas, incluso superando diferencias internas con sectores como el MPP. Sin esa unidad estratégica, ni el MPP, ni el Partido Comunista, ni otras agrupaciones de izquierda hubieran alcanzado el poder.
Hoy, el FA cosecha los frutos de los errores del gobierno, sin que se hayan valorado los logros especialmente por no haber sabido dar la batalla cultural como corresponde: logró mejorar su votación en el interior y entre los jóvenes, mostrando que, pese a los errores y escándalos de sus gobiernos anteriores, su base sigue creciendo.
En este contexto, de no producirse un cambio profundo en la actitud y la estrategia de los líderes políticos de la coalición, todo lo bueno realizado por este gobierno será ignorado.
Las dinámicas actuales —voto por envidia, por planes sociales, por dogma o por acomodo— parecen garantizar la permanencia de la izquierda en el poder, independientemente de los errores, corrupción o negociados que puedan surgir durante el gobierno de Yamandú.
El riesgo es claro: a medida que pasen los años, el país podría caer en una apatía progresiva, sin reacción, como el proverbial sapo en agua hirviendo.
Uruguay enfrenta una encrucijada: madurar políticamente o aceptar un futuro donde la izquierda gobierne por décadas.
Cierro con un llamado claro y urgente: dejen de lado el orgullo partidista y pongan al país primero. No hay lugar para más mezquindades ni egoísmos.
¡Es hora de que los políticos uruguayos estén a la altura de las circunstancias y abandonen la mediocridad que tanto daño nos hace!