jueves, 9 de noviembre de 2023

Dos túneles, una fuga, y las miserias de la delación en Alemania Oriental registradas por la Stasi.Una crónica de Helena Merriman

Es mucho más que el relato de una fuga por debajo del Muro de Berlín, o de la Guerra Fría, o de unas décadas donde estaba omnipresente un Holocausto nuclear. El libro El túnel 29 es la crónica de un grupo de gente que soñó con la libertad, o que ayudó a otros a conseguirla, escapando del mundo opresivo de Berlín Oriental y pasando por un muro donde moría gente intentando huir, ametrallados por los guardias. 

Hombres, niños, mujeres, familias enteras. La autora, Helena Merriman, pone el foco en dos túneles que se construyeron en los años 1961 y 1962. Todavía hay protagonistas vivos de esos hechos, lo cual aportó una cantidad de datos valiosos. También otras fuentes particulares, o la labor de un equipo de la cadena norteamericana NBC que acompañó en secreto ambos emprendimientos, financiándolos y dejando luego un documental. 

Pero el jamón del medio de este relato lo aportan los archivos de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental, pues tenían todo infiltrado y dejaron un registro metódico de estos casos. La Stasi era algo ominoso, cuyo sistema de control y delación es comparable al que hoy existe en Cuba (salvando las distancias entre el sopor caribeño y la racionalidad obsesiva alemana). Tenía en plantilla a 173 mil individuos. 

La Gestapo de Hitler desplegó un agente cada dos mil habitantes, la Unión Soviética uno de la KGB por cada 5.830, y la Stasi uno cada 63. 

“Si se incluye a los delatores a tiempo parcial, la cifra ascendía a uno por cada seis habitantes” agrega Merriman. 

El nivel de detalle de esos archivos, hoy públicos, es asombroso. Se sabe cómo reclutaban a sus informantes, cómo los infiltraban, cómo trasmitían lo conseguido a sus superiores, y también sus dudas o cambios de carácter. 

Podían ser padres, esposas o hermanos informando sobre sus seres queridos. 

El túnel 29 es un relato de espías a lo John Le Carré, tenso de traiciones y muerte. También es un registro de olores, colores y sonidos, como el del jazz de los clubes del Berlín libre, o las incertidumbres a las que se enfrentaban los evadidos al conseguir la libertad. 

“Había dejado atrás un mundo donde apenas podía ejercer ningún control sobre su vida y ahora se hallaba en otro donde podía hacer lo que quisiera y cuando quisiera. Lo que en cierta forma le resultaba angustioso”. 

Es que la libertad conlleva deberes, obligaciones. No es gratis.



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