Sí: a ratos tenemos en ascuas el alma, que en el Himno Nacional pronuncia el voto primordial de libertad y que en las grandes gestas de nuestra historia ha sido reiteradamente fuente nutricia de inspiración: ora para combatir la sedición, ora para oponerse a la dictadura, ora para proponer la reconciliación por encima de bandos, forjando la paz como estado del alma, como planteó desde su grandeza el Presidente Jorge Batlle.
¿Y qué es lo que nos preocupa y nos aflige del entorno en que ambulamos?
Unos cuantos rubros. Que tenemos bolsones de miseria y de ignorancia, acumulados en sectores ineducados que hoy aparecen horadados y criminalizados por la drogadicción.
Que se ha formado una masa cívica indiferente, que vacila entre la pereza mental y el miedo a comprometerse, a la cual no está llegando ningún partido político. Que se acumulan investigaciones y procesos que son bochornosos por su temática y no pueden dejarnos tranquilos cuando sabemos que el trámite penal actual es una lacra. Que la fiscal Fossati, tras condenar a Astesiano entre elogios de su jerarca, fue trasladada y ya se apresta a renunciar por un hastío que suena fundado.
A todo lo cual se agrega que la convivencia con diálogo capaz de sintetizar a los contrapuestos vuelve a sustituirse por expresiones de intransigencia y fanatismo, generando conflictos primitivos y hasta burdos, donde las pulseadas por el poder reemplazan al ideario que falta.
Estas formas de retroceso y decadencia ya las vivimos. Sabemos muy bien que promueven embanderamientos fanatizados.
Ante ello, debemos cuidar la pureza y la fuerza de los sentimientos y debemos exigirnos recíprocamente nitidez y rigor en las ideas, porque el logos -la palabra discurrida- deberá iluminar nuestro porvenir.
Con este cuadro, en medio de la saturación tecnológica nos amenaza una nueva Edad Media: unos pocos sabiendo mucho de inteligencia artificial y de cuánticos; otros pocos gritando consignas fanáticas en nombre de ideologías; otros, poseídos por las pulsiones sexuales, cada uno en pertenencia a su clan y todos juntos eclipsando lo fraterno y universal de la criatura humana.
.Si el mundo va en esa dirección, no es justificación para que nosotros, aquí en el Uruguay, lo aceptemos. En este suelo, la reflexión -actitud alerta y crítica del pensar- fue el modo civilizado de salir adelante cada vez que nos empantanamos, merced a ejercitar por cuenta propia la misión creadora de la libertad.
Y esa tradición no podemos perderla, porque es la cédula de identidad de nos todos.
Cómo siempre Dr Leonardo Guzmán, BRILLANTE!
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