Ha sido uno de los críticos más abiertos de la intromisión económica, política y militar de Rusia y de China en la región, y se espera que castigue a los países que se acerquen a los rivales geopolíticos de Estados Unidos, o a aquellos que no apoyen a Israel.
Cuando Trump canceló la que habría sido su primera visita presidencial a Latinoamérica en 2018, Rubio estuvo allí para llenar el vacío y participó en reuniones y sesiones de fotos en la Cumbre de las Américas, en Perú, con mandatarios regionales de Argentina, Haití y otros lugares.
“No hay nadie en el Senado de Estados Unidos que se acerque a tener su afinidad y profundidad de conocimiento sobre Latinoamérica”, dijo Carlos Trujillo, amigo cercano de Rubio y exembajador de Estados Unidos ante la Organización de los Estados Americanos.
“No sólo tiene relaciones personales con docenas de funcionarios, algunas de ellas desde hace décadas, sino que ha examinado y aprobado a casi todos los embajadores de Estados Unidos desplegados en la región. Es una ventaja significativa”.
Entre quienes están ansiosos por trabajar con Rubio se encuentra el presidente argentino Javier Milei, quien, con su estilo combativo, ataques a las instituciones y su transformación de personalidad televisiva a líder de ultraderecha han generado comparaciones con Trump.
Otro aliado es Nayib Bukele, de El Salvador, cuya represión de la violencia de las pandillas que orilló a millones de salvadoreños a migrar a Estados Unidos, ha recibido elogios de Rubio.
Rubio no ha dudado en usar su poder para intimidar a los líderes de izquierda que considera perjudiciales para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos. Incluso los moderados elegidos democráticamente han sido objetivos suyos.
A principios de este año, criticó al presidente chileno Gabriel Boric, detractor de las acciones de Israel en Gaza, por supuestamente proporcionar refugio seguro a los financieros de Hezbollah, y lo llamó “una de las principales voces antiisraelíes en Latinoamérica”.
En 2023, calificó al presidente colombiano Gustavo Petro, exmiembro del grupo guerrillero M-19, como una opción “peligrosa” para liderar a un país que ha sido socio de Estados Unidos desde hace mucho tiempo en la guerra contra las drogas.
Pero es en Venezuela donde Rubio ha dejado su mayor huella.
Pocas semanas después que Trump asumiera el cargo en enero de 2017, Rubio llevó a la esposa del destacado disidente venezolano Leopoldo López a la Casa Blanca. La visita a la Oficina Oval, marcada por una foto de un Trump sonriente y de Rubio a los costados de la esposa del activista entonces encarcelado, puso inmediatamente a Venezuela en lo alto de la agenda de política exterior de Estados Unidos, en una ruptura con los esfuerzos de gobiernos estadounidenses anteriores por mantener su distancia de los problemas de la nación.
Durante los siguientes dos años, Trump impuso duras sanciones petroleras a Venezuela, acusó a numerosos funcionarios de corrupción, y comenzó a hablar de una “opción militar” para derrocar al presidente Nicolás Maduro. En 2019, en el apogeo de la influencia de Rubio, Estados Unidos reconoció a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, como líder legítimo del país.
Pero esa postura combativa —popular entre los exiliados del sur de Florida— terminó por atormentar a Trump, quien más tarde reconoció que había sobreestimado a la oposición. Al fortalecer la posición de Maduro, también allanó el camino para intereses rusos, chinos e iraníes más profundos en el país, y a la vez agravó una crisis humanitaria que llevó a millones de personas a desarraigarse, y a muchos de ellos a migrar a Estados Unidos.
Michael Shifter, expresidente del Diálogo Interamericano —un centro de análisis para promover la democracia, la prosperidad y la equidad social en Latinoamérica y el Caribe—, en Washington, cree que Trump puede mostrarse más indulgente con Maduro esta vez, incluso con Rubio al frente del Departamento de Estado, y continuar el camino de compromiso y alivio de las sanciones que siguió el gobierno de Biden.
“Trump podría comenzar a tratar a Maduro como típicamente trata a otros autócratas en todo el mundo, y atender un poco menos a la comunidad de exiliados cubanoestadounidenses en Florida”, opinó Shifter.
Trujillo dijo que la reputación de franqueza de Rubio le resultará útil para negociar por igual con amigos y enemigos de Estados Unidos, incluso si tiene que moderar su retórica a veces acalorada.
“Ahora va a desempeñar un papel diferente, pero es un negociador excepcional y no tengo dudas de que estará a la altura de las circunstancias”, manifestó Trujillo.
Con la elección por parte de Trump de otro crítico abierto de Maduro —el representante Michael Waltz, de Florida— como su asesor de seguridad nacional, Trujillo agregó que el mandatario venezolano y sus aliados autoritarios en Cuba y Nicaragua deberían estar preocupados.
“Hay una oportunidad de negociar, pero tendrá que ser de buena fe”, dijo Trujillo. “Si no, habrá consecuencias”.
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Los periodistas de The Associated Press Mark Stevenson y María Verza, en Ciudad de México, e Isabel DeBre, en Buenos Aires, Argentina, contribuyeron a este despacho.
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