Por lo tanto, la despedida de Vargas Llosa tendrá otro acto.
Pero aunque el responsable de obras clave como Conversación en la Catedral y La fiesta del Chivo planea dejar de publicar, en una reciente entrevista con EFE reveló que no piensa renunciar a la escritura: el peruano aseguró que planea escribir hasta el “último día” de su vida.
“Ojalá me alcancen las fuerzas para seguir haciéndolo. Ese sería mi ideal, morir en medio de una palabra sin terminar”, comentó.
Le dedico mi silencio (Alfaguara, 890 pesos), se ambienta en el Perú natal del autor y narra la historia de Toño Azpilcueta, un experto en música criolla y escritor de reseñas de discos, que soñó un país unido por la música y enloqueció queriendo escribir un libro perfecto que lo contara.
El tema central es, según Penguin Random House, la utopía.
Es un elemento que ya sobrevoló otras de sus novelas como El paraíso en la otra esquina y La guerra del fin del mundo. Sin embargo, la novedad está en el enfoque: la utopía no es política ni ideológica; es puramente cultural, y la música peruana es su punto de partida.
“Siempre he sentido una atracción grande por la música criolla, así que a la hora de escribir es inevitable que se cuele en mis personajes”, explicó en una nota de prensa publicada por la editorial. “Pero hasta este momento nunca había sido un asunto tan central de una novela mía. He tenido que esperar a mis 87 años para que lo sea”.
Lo llamativo es que al igual que en La tía Julia y el escribidor, Vargas Llosa apuesta por una estructura alternativa para su novela: los capítulos impares reflejan la historia de Toño, mientras que los pares revelan el libro que va escribiendo.
“Como hago siempre, me documenté y leí mucho, tanto sobre el origen de la música peruana como sobre todo lo que la rodea, el aspecto artístico y social, y también sobre el país, sobre la clase media peruana, sobre la huachafería. Eso se refleja, efectivamente, un poco en las partes del libro que son los artículos de Toño en distintas publicaciones y en el libro que está escribiendo”, detalla.
En ese sentido, el otro gran tema que sobrevuela Le dedico mi silencio —que, además, está sumamente ligado con todo lo anterior—, es la huachafería.
El término no tiene una traducción precisa al español, pero el autor se encarga de definirla.
“Es una exaltación de los valores intrínsecos de la peruanidad”, explica.
“Es como una variante peruana de la cursilería, una caricatura de ciertas formas que están en la manera de hablar, de sentir, de informarse, de expresarse, y eso impregna todo: la política, la cultura y la sociedad”.
Que su último libro de ficción esté atravesado por la huachafería es, además, otro simbolismo para el autor que llevó a la cultura peruana a recorrer el mundo y la inmortalizó en numerosas páginas de su obra.
Antes de la publicación de Le dedico mi silencio, Vargas Llosa se tomó un momento para analizar lo que ha significado entregar su vida a la literatura. “Es una de las cosas más hermosas”, dijo en una nota de prensa.
“La literatura me ha dado enormes satisfacciones y he conseguido dedicar mi vida a ella, algo que jamás pensé, cuando era joven, que sería posible. Es una actividad que ha comido toda mi existencia”.
Luego fue todavía más directo: “Ha sido una pasión, una entrega total, mi disciplina, mi dedicación, mi diversión, mi compromiso, todo”.
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