domingo, 6 de agosto de 2023

El liberalismo pragmático de Adam Smith, las coincidencias con Marx, Uruguay y el egoismo humano

El padre de la economía y del liberalismo, Adam Smith, fue motivo de un debate propuesto por el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), en el marco de los 300 años del nacimiento del pensador escocés. 

La vida y controversial obra de Adam Smith (1723-1790), cuyas ideas han sido fundacionales y presentadas generalmente como antagónicas al también revolucionario filósofo alemán Karl Marx (1818-1883), sirvieron de plataforma para pensar qué tan vigentes son en la realidad uruguaya actual y qué aprovechamiento se puede sacar de las mismas. 

El debate surge en un contexto internacional en el que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha declarado que “el liberalismo está obsoleto”. 

Teología, jurisprudencia (filosofía del derecho), ética, teoría del sentimiento moral y economía de mercado, en relación al comercio y a la dualidad proteccionismo-antiproteccionismo, son ejes de la investigación y pensamiento de Adam Smith, quien se basó en autores anteriores (de la Ilustración escocesa, francesa y demás), pero armando una doctrina diferente e innovadora en su tiempo. 

La presentación estuvo a cargo de Hernán Bonilla, presidente y fundador del CED y Germán Deagosto, director de la carrera de Economía de la Universidad Católica del Uruguay (UCU), ante un auditorio en gran parte entendido en el materia, en el bar Tabaré. 

Por qué importa 

“¿Por qué importa hablar de Adam Smith? Porque las ideas importan más que los intereses y pautan el derrotero de las sociedades. 

Las ideas llegan a la gente y terminan en toma de decisiones, en políticas públicas”, dijo Bonilla en la apertura del evento. 

Bonilla comenzó afirmando que, a pesar de ser ”merecidamente” considerado el “padre de la economía” y el “padre del liberalismo”, se sabe bastante poco de Adam Smith, de su vida privada, incluso de su propia imagen, pero sus libros “La teoría de los sentimientos morales” y “La riqueza de las naciones” siguen siendo orientadores y, más allá de las malas interpretaciones e ideologizaciones de las que ha sido objeto, “en lo grueso acertó sobre cómo funciona la sociedad, los sistemas de incentivos, los arreglos institucionales”, opinó. 

“Adam Smith fue defensor de la economía de mercado, pero eso no quiere decir que no acepte intervenciones del Estado en algunos casos, ni estaba en contra de la educación pública como se suele afirmar”, dijo Bonilla, quien, al igual que Deagosto, definen a Smith como un “liberal pragmático”.

Uruguay hoy 

Sobre el señalamiento popular de que Adam Smith defiende el “egoísmo humano”, el presidente del CED no coincidió con esa apreciación y puso sobre la mesa la acepción del “propio interés”. 

Además, recordó que el pensador hace muchas referencias en su obra a la “simpatía” (lo que actualmente llamamos “empatía”, como capacidad de ponernos en el lugar del otro para entenderlo), lo que tanto falta hoy en día en el debate público nacional, dijeron los conferencistas. 

Se manejó que el país corre el riesgo de una “crisis de civilidad” si sus actores sociales están demasiado apegados a las propias ideas sin aceptar las de otros, lo que habría que superar para ver cómo Uruguay podría entrar en el camino del crecimiento y dejar de estar estacando en el 2% de su PIB, o menos.

“Tenemos que leer al otro en sus mejores luces”, invitó Deagosto, lo que viene bien en un momento de negociaciones laborales. 

En clara defensa del liberalismo versus el proteccionismo, incluyendo por supuesto el caso de Uruguay, los analistas igual reconocieron que dicho “tiene problemas”. 

En esa línea, Deagosto visualizó al estado uruguayo como “demasiado grande, tenemos demasiados impuestos, demasiado proteccionismo, demasiada regulación. Eso se puede decir sin temor a equivocarse, desde una visión liberal”, afirmó. 

Bonilla precisó que en todos los mercados en Uruguay existe algún tipo de proteccionismo. 

“Y la suma de cosas chicas, nos resulta carísimo”, advirtió. 

Pero, muchos cambios no se hacen en el país por intereses en juego, y así no faltó quien afirmara en la audiencia que “Seguimos siendo el país de los vivos, y donde -parafraseando a Discépolo- el que no llora no mama”. 

 La mano invisible 

El evento fue variopinto: hubo detalles anecdóticos del comportamiento de Smith (un hombre ensimismado y desconectado de la realidad cotidiana, lo que lo llevaba a veces a deambular en la calle con pijama sin darse cuenta), pasando por los conceptos del “espectador imparcial” y de la famosa “mano invisible” que acuñó el pensador, hasta preguntas de la audiencia sobre qué haría Adam Smith si fuera ministro de Economía. 

A esto, Deagosto aventuró sin mediar segundo: “Haría cambios en el sistema no transable de la economía”. 

Por supuesto que el tema de “la mano invisible”, es decir cómo la ley de la oferta y la demanda terminan beneficiando al conjunto social, estuvo como telón de fondo en todo momento. Este mecanismo llevaría a que las “decisiones egoístas” se conduzcan naturalmente al bien social. 

Como corolario, Bonilla defendió ese “orden espontáneo” del que habla Smith, con la convicción de que la gente encuentra mejores soluciones cuando actúa y coopera libremente. 

“El hombre común, el que se juega la piel, resuelve más que el burócrata o cuando una fuerza interviene para decirle qué hacer”, concluyó. 

DOS CARAS DE UN ESPECTRO IDEOLÓGICO CON CIERTO CONTACTO 

Aunque antagónicos, Adam Smith y Karl Marx tienen puntos en común, según la lectura que se haga de sus ideas, afirmaron los ponentes. 

Un punto de contacto sería -afirmó Bonilla- que la teoría del valor trabajo de Smith puede llevar, en su análisis, a la plusvalía de Marx. 

Esta teoría, que sostiene que el valor de un producto depende del esfuerzo humano contenido en él (por lo que cuántas más horas-hombre se requieran para desarrollar una mercancía, mayor será su precio), es vista hoy como equivocada en un sentido puro, dado que existen muchos otros factores que actúan en la ecuación del valor, pero sí puso más en relieve en su momento a la variable trabajo.

La economía actual maneja que el valor surge de la combinación de los diversos factores productivos (trabajo, tierra, capital, etcétera), en una realidad más dinámica que lo planteado por estos pensadores. 

 “Tanto Marx como Smith hicieron un análisis estático de la sociedad, lo que lleva a pensar que para que algunas personas tengan más recursos (los ricos), otras deben tener menos (los pobres). Pero ese es un error que cometieron ambos. 

Los une el error”, opinó Bonilla sobre estos autores, endiosados o endemoniados según el cristal de la mirada. Adam Smith creía en la división del trabajo como motor del crecimiento de los países. 

Y, en cierta forma, al igual que Marx, advirtió que la repetición sistemática de tareas puede alienar a las personas. Incluso, manejó que ésta puede “embrutecer” al ser humano; de ahí la importancia que le atribuye a la educación en sus escritos. 

“En la sociedad actual diríamos que ‘seguir la zanahoria’ para obtener más ganancias nos aleja de pasar más tiempo con la familia y amigos, que es lo que trae la felicidad”, agregó Deagosto en relación a la alienación. 

“Postura liberal, sí, pero cuidado con los incentivos”, agregaron los ponentes, siguiendo una vez más el pensamiento de Adam Smith, o la interpretación que hacen de su obra.

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