domingo, 19 de febrero de 2023

Cuesta arriba. Por el Dr Julio María Sanguinetti.

 En Uruguay ¿hay un cuestionamiento de la vigencia de las libertades fundamentales, la independencia judicial o la libertad de expresión? Todo lo contrario. No es casualidad que todos los análisis y rankings internacionales -todos- ubican a Uruguay como la democracia más sólida de América Latina.



¿La economía está cayendo? También lo contrario: en este 2022 que terminó, se creció alrededor de un 5%. Este año va a ser difícil en el mundo, pero se prevé igualmente un crecimiento de por lo menos 2,5% en Uruguay.


¿El ritmo exportador, fundamental para la dinámica nacional, se ha debilitado? A la inversa: este año pasado se creció un 16,5% más que el año anterior y se alcanzó un record de 13.350 mil millones de dólares. Record histórico. Hay que añadir l.000 millones de servicios informáticos, en expansión permanente y con demanda insatisfecha de puestos de trabajo.


¿Y los puertos? También record histórico de movimientos: Montevideo pasó el millón de TEUS, que es la medida de las cargas. Primera vez que lo logra.


¿El salario real ha bajado? Todo lo contrario, tuvo una pequeña subida. El Índice Medio de Salarios creció un 9.4% mientras que la inflación estuvo por lo menos 1% debajo. Como es notorio, la prioridad en 2021 fue recuperar empleo y no tanto salario. Hoy se ha empezado a mejorar ambos guarismos. Necesitamos más, pero el camino está abierto.


La inflación mundial, ¿ha producido una aceleración en Uruguay? Por supuesto que la ha generado, pero este año anduvimos alrededor del 8%, igual que el anterior. En una economía mundial de guarismos elevados, mantener el control de la inflación es un logro más que relevante.


¿La desocupación ha crecido? Ha descendido. Estamos con un 7.9% que es un 1% menos que en 2019. Se recuperaron 60 mil empleos perdidos en 2020 y la mitad de los del periodo anterior.


El delito, ¿ha seguido aumentando, invariablemente, año a año como pasó desde 2005 hasta 2019? De ningún modo. Las rapiñas eran 30 mil 600 era 2019 y hoy son 23 mil 500. Es mucho, pero es bastante menos. Los homicidios son prácticamente el mismo número que en 2019; se había mejorado y este año pasado se empeoró, pero se está en el nivel del comienzo. Malo pero no trágico y todos sabemos que aquí pasa con el narcotráfico lo que ocurre cuando se le aprieta.


La mortalidad infantil, indicador social de tanta relevancia, ¿registra trazos negativos, retrocesos? Todo lo contrario también, luego de un par de años de estancamiento, se ha retomado el sendero de baja que comenzó en 1985, cuando era de 30 por mil por año hasta este 6,2 de hoy, que es el mejor de la historia.


¿No hay mirada hacia el futuro? Tanto se mira hacia adelante que se empujan una reforma en la educación y otra en la seguridad social (sin ningún efecto fiscal para el gobierno ni para ningún trabajador hasta dentro de veinte años). Son, como siempre, pasos polémicos, pero que no se han eludido, por un fuerte sentido de compromiso con las nuevas generaciones.


Siendo todo esto así, ¿como se explica ese discurso opositor ensordecedor que habla de un país “barranca abajo”? ¿Cómo se entiende esa iracundia verbal, que está instalada en el llamado Caso Astesiano, como si el país se hubiera detenido por esa historia de crónica policial? Naturalmente, que el Jefe de la Custodia Presidencial haya sido captado para una organización de falsificación de pasaportes que venía de gobiernos anteriores, es grave. Mortificante para el Presidente que lo designó y depositó en él su buena fe. Pero afirmativa para las instituciones, porque las investigaciones se hicieron adentro mismo de las estructuras del gobierno, sin interferencia alguna y hoy actúa la Justicia con toda independencia. A la inversa: la turbulencia mediática presiona a la Fiscalía actuante con el acoso de un goteo de noticias sobre comunicaciones privadas hechas por chat. La tradición uruguaya era la del secreto del “presumario”, clásicamente invocado por la crónica roja. Hoy, al contrario, no hay secreto para lo que debiera ser secreto ni reserva para lo que pudiera ser reservado. Se puede sostener sin violencia que el gobierno está siendo atacado por medios abusivos. Nunca, que esté silenciando hechos.


 Desgraciadamente, como los tiempos de la Justicia no son los de la política, llevamos meses en este ir y venir, manteniendo viva esta humareda que oscurece la visión del país real. Procesado Astesiano, diluidas casi todas las causas aledañas, confiemos en que el país disipe estas nubes, las reales y las artificiales.


Pasando raya, el Uruguay está en marcha. Comparado con el entorno, luce airoso. Lo dice el mundo entero. Lo miden los hechos. El microclima de las redes y el envolvente discurso opositor, desafían una buena temporada turística, con un malhumor que desnuda malos deseos. Es verdad que el país afronta hoy una persistente sequía, que se trata de mitigar con los medios al alcance. No es sencillo, cuando la perspectiva económica, como decimos, no es de un año normal sino incierto en el mundo. Se está haciendo, sin embargo, y todo lo posible se hará.


El Frente, retóricamente exultante, con dos candidatos ostensiblemente lanzados a la demagogia preelectoral, intenta instalar la idea de que vamos “barranca abajo”, de que el gobierno “es un barco a la deriva” y, como consecuencia, de que en dos años estará de nuevo en el poder. Su triunfalismo no lo ayuda. El gobierno, lo que sí está, es cuesta arriba. Cuesta arriba con una oposición así. Cuesta arriba con un mundo incierto y desconcertante. Cuesta arriba también, no lo ocultamos, con una Coalición Política que da trabajo. Cuesta arriba sí, pero subiendo. Cuesta empinada sí, pero con un esfuerzo cuyos resultados son observables, mensurables, incuestionables.


El gobierno todavía guarda oxígeno en la difícil subida. La oposición, de tanto gritar una fingida euforia, puede quedarse sin aire antes de tiempo.


 Que respire hondo y se cuide.

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