Durante los primeros ocho meses de 2024, el número de incendios se ha duplicado en relación con el mismo periodo del año anterior, estableciendo un récord sin precedentes en las últimas dos décadas.
Los datos satelitales recopilados entre el 1 de enero y el 13 de agosto indican que se produjeron 37,835 incendios en la región.
Esta cifra representa un alarmante incremento del 111 por ciento en comparación con 2023.
No se observaban cifras tan altas desde los años 2003, 2004 y 2005, cuando la selva tropical más grande del mundo también enfrentó situaciones críticas similares.
El drástico aumento ha generado honda preocupación entre los residentes de Manaos, capital del estado Amazonas.
En respuesta a la emergencia, el Instituto de investigaciones Fiocruz Amazonia ha instado a la población a usar mascarillas con filtros especiales, sobre todo aquellas personas con problemas respiratorios preexistentes.
La calidad del aire se ha deteriorado considerablemente y representa un riesgo significativo para la salud pública, tanto en Brasil como en los países aledaños.
Jesem Orellana, un epidemiólogo vinculado a la situación actual, expresó: “Lo que más preocupa este año en relación con los anteriores es que no se sabe con certeza si lo que está sucediendo es una anticipación del período crítico o si, este año, tendremos un período más largo de exposición al humo tóxico, ya que el pico de contaminación en 2023 fue en octubre”.
Además de enfrentar la preocupación por los incendios, la Amazonía se ve afectada por una sequía que amenaza con ser más severa que la histórica sequía de 2023.
Esta doble problemática también ha extendido sus efectos al Pantanal, el mayor humedal tropical del mundo, situado al sur de la Amazonía.
Los especialistas conectan estas situaciones con el cambio climático, enfatizando la relevancia crucial de la Amazonía y el Pantanal como ecosistemas primordiales para preservar la biodiversidad global. La conservación de estos espacios es vital para la regulación del carbono y las temperaturas a escala planetaria.
A medida que la situación se agrava, las miradas del mundo se centran en las acciones que puedan tomar el gobierno brasileño y la comunidad internacional.
Existen numerosos llamamientos a establecer políticas más rigurosas en cuanto a la expansión agrícola y a mejorar la vigilancia sobre las actividades ilegales de tala y quema que agravan las condiciones para la generación de incendios.
Este contexto plantea la urgente necesidad de implementar medidas drásticas para controlar y mitigar los impactos ambientales. La protección de estos ecosistemas no solo es vital para el bienestar de las comunidades locales, sino también para el balance climático mundial.
Sin embargo, las dificultades que enfrenta la región no son simples de solventar. Las políticas deben ser consistentes y contar con la cooperación de múltiples sectores, desde el gubernamental hasta el empresarial, que frecuentemente entran en conflicto por intereses económicos.
La resiliencia de la Amazonía y el Pantanal está siendo puesta a prueba como nunca antes, mientras que el progreso en la lucha contra el cambio climático se posiciona como una de las principales prioridades para Brasil y sus socios globales.
El camino hacia una solución viable requiere un esfuerzo conjunto entre naciones para incorporar estrategias de manejo sostenible y restauración de los ecosistemas afectados.
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