domingo, 4 de agosto de 2024

El ingenio de Gabriel y la perseverancia de Agustina sirven de ejemplo en un taller especial de la Facultad de Química

 

Gabriel González sabe que no podrá controlar las lágrimas cuando Agustina Rocca reciba su título de Ingeniería Química. No es su padre ni hermano ni novio; ni siquiera es su profesor, pero por como se dieron las cosas, siente que son amigos y que ese momento será una recompensa para ambos. Tienen mucho que agradecerse: ella está por defender su tesis de grado gracias a que ha podido avanzar en la carrera por la ayuda que le ha brindado Gabriel, quien ha adaptado e inventado instrumentos de laboratorio para que ella pueda usar en clase como cualquier estudiante con la diferencia de que ella es cuadripléjica. Y Gabriel tiene que agradecerle el impulso que le dio a su vida en un momento laboral “de bajón”. “Me dio vuelta la vida”, dice a Domingo sobre Agustina, sabiendo que el comentario corre en ambos sentidos.
“¿Y por qué no lo iba a hacer?”, contestaba Gabriel a todo aquel que le preguntaba cómo iba a hacer para adaptar instrumentos de laboratorio específicos para una alumna que solo podía mover su mentón para tomar medidas exactas con distintas sustancias. Con esa intención, ambos se reunieron periódicamente en el Taller de Instrumentos de la Facultad de Química de la Universidad de la República -encargado del mantenimiento- que luego pasó a llamarse Taller de Dispositivos de Laboratorio Adaptados para Estudiantes Universitarios en Situación de Discapacidad, abierto a estudiantes de otras carreras. 

Agustina llegó un día al taller con una pinza que operaba con la boca. Con ella volcaba en una bureta -unos tubos largos y graduados- distintos líquidos para hacer experimentos, pero esa solución no era ni fácil ni adecuada para mantener precisión y seguridad. Lo primero que se le ocurrió a Gabriel fue diseñar un dispositivo con jeringas y palancas que ella pudiera manejar con el mentón. Los controles hidráulicos fueron ajustados a una mesita sobre su silla de ruedas para que ella pudiera generar los movimientos. 

En síntesis, era una especie de pala mecánica que cargaba la muestra, la pasaba a una balanza y luego podía ser vertida dentro de la bureta. Más tarde, al ver que el diseño cumplía la función, Gabriel aprendió nociones de robótica y programó el sistema de operación mediante un joystick. La labor consiguió primero fondos de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) y luego una subvención por 4.500 libras esterlinas de la Royal Society of Chemistry. 

No es mucho dinero pero alcanzó para comprar una impresora 3D y otras herramientas y piezas que hoy permiten dos cosas: que los dispositivos sean más livianos y económicos y que se puedan producir en serie. Detrás de Agustina llegaron otros estudiantes. Uno de ellos es Rodrigo, proveniente de la Facultad de Ciencias, al que Gabriel le está diseñando un prototipo de pipeta automática y mesa automática adjunta para que él pueda mover, cargar y descargar todo lo necesario a través de una conexión Bluetooth con su computadora dado que la movilidad de sus extremidades también es reducida. La necesita para el proyecto final de carrera. 

 Durante la visita al taller por parte de Domingo, la impresora estaba trabajando en una pieza que estaría lista después de 18 horas; pero Gabriel apunta que hay otras, como tornillos, que solo llevan 20 minutos, pero objetos más complejos pueden llevar varios días, por lo que el taller cuenta con un respaldo eléctrico especial para que la operación de la impresora 3D nunca pare. Gabriel, quien también es profesor adjunto del Departamento de Experimentación y Teoría de la Materia y sus Aplicaciones, trabaja en otra adaptación de buretas para estudiantes con baja visión. En este caso, el dispositivo emite un sonido cada vez que se le agrega una gota de solución, se encienden luces y se escucha el conteo. 

Al finalizar, el sistema anuncia cuántas gotas se filtraron y confirma el volumen acumulado. El técnico todavía tiene que refinar algunos detalles, por ejemplo, algo que ayude a que le informe mejor al estudiante cuándo y cómo se producen los cambios de color de las soluciones químicas y que se pueda estipular cuándo debe dejar de gotear. 

 Cada desafío nuevo que llega al taller, Gabriel investiga todo lo que haya en YouTube; si hay algo inventado, lo adapta al estudiante; lo que no está inventado, lo inventa. “Aunque sea en la mitad de la noche”, dice mostrando su compromiso. Y agrega: “Agustina les decía que eran ‘juguetes’ porque venía a probar cosas. Y para mí es gratificante cuando ese juguete realmente sirve. He llorado y lloraré cuando se reciba”. undefined Historias, tendencias, entrevistas. Lo que te

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