“Mientras la CIJ (Corte Internacional de Justicia) delibera sobre el caso contra #Israel presentado por #Sudáfrica y apoyado por muchos Estados, al 96° día de genocidio, esperábamos al menos que Uruguay hubiera pedido un alto el fuego. Seguimos esperando que alce su voz por ello”, criticó en la red social X la embajadora palestina.
En el mismo posteo, la embajadora colocó un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se daba cuenta que “luego del exhaustivo informe enviado por Uruguay, por el cual se dan las garantías sanitarias sobre la ausencia del virus de la fiebre aftosa, y en base al estatus sanitario reconocido por la Organización Mundial de Sanidad Animal como país libre del mismo con vacunación, las autoridades sanitarias de Israel concedieron la habilitación de la carne ovina y bovina con hueso a Uruguay”.
Aunque la embajadora no lo dijo directamente, a buen entendedor, pocas palabras bastan: la postura de Uruguay es a cambio de algo.
Este episodio tuvo lugar en momentos en que persiste la lamentable situación que se vive en la Franja de Gaza, la cual es consecuencia del violento ataque que efectuó Hamas a Israel el pasado 7 de octubre, que desató la contundente respuesta militar que el Estado judío ha venido desplegando en ese territorio.
Todo esto se ha agravado porque los terroristas no han dudado en usar a los más de mil israelíes secuestrados ese día —entre los que hay niños, mujeres y hombres—, y a los propios ciudadanos palestinos de Gaza, como escudos humanos, mientras en los foros internacionales se denuncia que Israel está llevando adelante una política genocida.
Pero ¿quién puede condenar a un país que fue agredido sin ningún tipo de aviso o alerta previa? Además, cuando alguien golpea al país militarmente más poderoso del barrio, ¿qué pretende, que le respondan con flores?
Para empeorar la arremetida terrorista en Medio Oriente, la guerrilla islamita de los Hutis de Yemen ha terciado en el conflicto Israel-Hamas lanzando misiles contra el territorio israelí y contra barcos mercantes de terceros países. En tanto, pero desde el sur del Líbano, guerrilleros de Hezbollah han bombardeado las poblaciones del norte de Israel, lo que podría extender hacia esos territorios el enfrentamiento armado.
El polvorín en que se ha convertido la zona es consecuencia de la incitación y el impulso permanente que realiza la República Islámica de Irán, que provee a todas estas organizaciones terroristas de dinero, logística y armas en forma ilimitada, todo en pos de una “guerra santa” que tiene como objetivo final la desaparición del Estado de Israel.
No menos importante sería consultarle a la embajadora palestina en Uruguay a quién representa su gobierno: si a los palestinos de bien, muchos de los cuales trabajaban a diario en Israel y que son tan víctimas de la situación como el más de millar de israelíes que estuvieron o están secuestrados; o a los terroristas de Hamas y Hezbollah, que están enquistados en las estructuras de los gobiernos de la Franja de Gaza y de Cysjordania.
Uruguay e Israel tienen relaciones diplomáticas que se enraízan en la creación de este último, en el ya lejano 1948.
Desde entonces, ambos países han establecido vínculos culturales, académicos y comerciales del más alto nivel, alentados además por la existencia de una fuerte comunidad judía que reside en el país.
Y esto ha pasado, con mayor o menor intensidad, mientras en Uruguay ha habido gobiernos de todos los signos políticos.
Así las cosas, cabe preguntarse con qué derecho esta diplomática se aboga la potestad de criticar la política comercial de un país independiente y a sugerir que la habilitación para exportar carne con hueso a Israel es una especie de soborno o una prenda de cambio.
Se trata de un posteo improcedente que roza la injuria y que no es el camino adecuado para lograr la solidaridad con su causa y con la de los sufrientes ciudadanos palestinos, que han quedado rehenes de un sangriento enfrentamiento que —debe quedar bien claro— desataron los terroristas de Hamas.
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