viernes, 11 de noviembre de 2022

Uruguay ultima los detalles para traer una familia de refugiados de Afganistán

 

Cuando los talibanes tomaron Kabúl, la capital de Afganistán, una pareja de profesionales afganos que trabajaba para el gobierno derrocado y sus dos hijos sabían que tenían los días contados en esas lejanas tierras en que las tormentas de arena son tan frecuentes como las políticas. 

Lo que no suponían es que un año, dos meses y 25 días después seguirían escondidos —en un país limítrofe, sin visa y con el peligro camuflado en el rostro de cada desconocido que se les cruza— a la espera de encontrar cobijo en otro lugar. 

Y ese esperado final se concretará “antes de fin de año” en Uruguay. Porque la Cancillería ultima los detalles para el reasentamiento de esta familia. 

Solo falta que la Comisión para los Refugiados valide la misión, que la Organización Internacional para las Migraciones compre los pasajes y que los funcionarios locales los reciban en el Aeropuerto de Carrasco. A salvo. 

Durante el primer año de su nueva vida —si todo sale según lo previsto— la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados se hará cargo del alquiler de la vivienda y de una mínima manutención que incluye el acompañamiento psicológico. 

El gobierno uruguayo, por su parte, será el responsable de abrirles las puertas y garantizarles el asilo político 

“El cerco se estrecha: han asesinado a un amigo, (…) urgirá activar la vía Uruguay”. Este mensaje enviado por Whatsapp, a mitad de este año, salió de un profesor de una universidad extranjera, exdocente del padre de la familia refugiada, y con nexos en Uruguay, en su intento humanitario por rescatar a esta familia de las amenazas del régimen Talibán. 

Unas semanas después, por la misma aplicación, el profesor reenvió una prueba del terror: en un video se observaba a talibanes invadiendo la casa donde antes vivía la familia, en Kabul, en busca de información clasificada. 

Unos días más tarde, otro mensaje —esta vez con el español aprendido en la universidad por uno de los integrantes de la familia—: “Ojalá que todo vaya bien y podamos salir porque cada día cambia el ambiente. Van a encarcelar a los afganos (ilegales) después de este año y nuestros pasaportes caducarán muy pronto”. 

Uruguay había intentado rescatar a familias afganas, sin éxito. Incluso hizo un intento de activar un plan cuando el subsecretario de Ambiente, Gerardo Amarilla, envió una lista de cristianos que estaban siendo perseguidos. 

Al verse frustrada la misión, la Cancillería pretendió reasentar familias ucranianas que habían escapado de la invasión rusa, pero tampoco hubo éxito. 

Hasta que ahora, con la gestión de la vicecanciller Carolina Ache mediante, todo se encamina. 

El nivel de persecución al que está sometida esta familia la hace merecedora de la máxima prioridad. 

Los adultos, a su vez, cuentan con estudios de posgrado y manejo del idioma español que les facilita la inserción social. Uruguay, además, tiene acordado con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados un plan de reasentamiento por el que se pretendía traer a unos 40 venezolanos y que, con el parante de la pandemia, solo se concretó en la venida del boxeador Eldric Sella —quien compitió en los últimos Juegos Olímpicos bajo la bandera de los refugiados y que este mes recibió el premio Princesa de Asturias—.

Así que ahora se dará un nuevo hito con la llegada de esta familia afgana.

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