Su pariente Francisco Joaquín Muñoz fue miembro del Gobierno Provisorio de la Provincia Oriental instalado en Florida en 1825, su tatarabuelo José María Muñoz perdió la Presidencia de la República por un voto comprado en un controvertido episodio del siglo XIX, su bisabuelo fue presidente del club del Partido Colorado Independiente y su tío bisabuelo, Carlos Gurméndez, combatió en la Guerra del Paraguay, fue uno de los deportados a Cuba la barca Puig luego de oponerse al golpe de estado de 1875 y murió como mártir de la Revolución Tricolor en manos del ejército de Latorre que lo decapitó y dejó tirado en Puntas de Guayabo.
Su abuelo, Carlos Gurméndez, fue un diplomático uruguayo que durante su misión en Holanda refugió alrededor de 30 judíos en su casa luego de la invasión alemana de 1940.
Los amparó y salvó utilizando todas las tradiciones jurídicas del Uruguay y haciendo “una cantidad de trampillas” como nombrarlos funcionarios de la embajada y darles pasaportes diplomáticos truchos, con los que abandonaron el país en un tren blindado.
Los hijos de esos sobrevivientes han estado en contacto con Gurméndez durante 20 años.
Su padre, Máximo, fue un abogado, ministro de la Corte Electoral, que alcanzó su cuarto de hora político al integrar la llamada “comisión de los seis”, que negoció con los militares en la dictadura.
Luego fue embajador de Uruguay en México durante la primera presidencia de Julio María Sanguinetti.
Su madre, Margarita Armand-Ugón, era una profesora de Matemáticas que daba clase en UTU y tenía una relación familiar con los Batlle, quienes vivían en la esquina de su casa, por Bulevar España a pasos de la rambla.
Su abuelo materno había sido muy cercano a Luis Batlle e incluso lo había suplantado en el Consejo Nacional de Gobierno.
En ese ambiente político creció Gurméndez pero su zambullida en la militancia ocurrió a los 19 años, en el contexto del plebiscito de 1980 y bajo el ala de una figura inspiradora para él.
“Jorge Batlle me deslumbró a esa edad. En la madurez y con él proscripto te cautivaba intelectualmente”, dice.
Pero no solo fue el vendaval de libros que le daba para leer o su insistencia en la figura de Prudencia Vázquez y Vega para conocer el pensamiento original de José Batlle y Ordóñez.
También lo obligó a la acción y su arma de combate fue un viejo mimeógrafo del Diario Acción que Batlle ocultaba en su casa y con el que se hicieron los primeros panfletos por el No y un diario llamado Politeia, cuya primera página partida a la mitad exhibía dos editoriales: uno de él y otro de Washington “el turco” Abdala.
Las matrices se hacían de contrabando en El Día y se imprimían en el sótano de un secretario de Batlle en Ciudad Vieja.
“Mi paralelo en esa vida ha sido el turco Abdala. Nos conocimos en la militancia por el No. Él era el joven de Julio”, recuerda Gurméndez.
Abdala lo caracteriza a su amigo como un hombre “honesto, serio, metódico, sistemático” y con una “profunda vocación política”.
En los últimos 40 años coincidieron trabajando para varios gobiernos y el destino llevó a que, siendo colorados, ambos fueran una elección personal del presidente de la República para ocupar importantes cargos en la actualidad.
“Él adoraba a Jorge. Yo terminé en la otra vertiente. Pero pasaron las décadas y mantuvimos la amistad intacta”, dice Abdala
Las publicaciones que se hicieron con el mimeógrafo le valieron a Gurméndez una estadía de tres días en la sede de Inteligencia, luego de que unos oficiales de la Fuerza Aérea lo agarraran repartiendo material político por la rambla, el 30 de noviembre de 1981.
La reclusión culminó cuando Sanguinetti intercedió ante la Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (Comaspo).
Pero para ese entonces ya no se había presentado al examen de Análisis II en la Facultad de Ingeniería.
En tanto, Batlle –con el pijama rojo que bautizó a una generación de seguidores intelectuales y militantes políticos– recibió una visita militar esa noche.
Iban tras el mimeógrafo, pero el aparato ya andaba por la casa de un vecino.
En la Facultad de Ingeniería formó parte de la generación febril que militó con convicción y efervescencia a partir de la caída de la intervención, pero pocas cosas lo motivaron más que la militancia por el No: el acto en el Cine Cordón que organizó junto a la coordinadora de la juventud colorada y su discurso de apertura durante el primer acto colorado en el interior los recuerda especialmente.
“No vamos a avalar con nuestro voto un régimen constitucional en que en alguna forma estén institucionalizadas la arbitrariedad y el gobierno militar”, dijo ese 8 de noviembre de 1980 en Paysandú, en un discurso de dos página y media que aún conserva.
El 15 de diciembre de 1988 había sido el joven que le tocó hablar en el acto multitudinario que Batlle hizo para lanzar su candidatura en la interna contra Tarigo luego de la ruptura del Batllismo Unido.
Sin embargo, también reconoce que la Presidencia de Antel le ha dado visibilidad, sobre todo a partir de las polémicas públicas que ha mantenido con Carolina Cosse, quien dio el salto de su carrera política desde ese mismo sitio, y que se perfila como uno de los números cantado para la candidatura presidencial del Frente Amplio en 2024.
“Tengo carácter y firmeza en las posturas personales y las cosas en las que creo. Y eso lo voy a defender. Pero nunca fui a buscar una confrontación, siempre que actué fue porque primero se refirieron a mí”, dice Gurméndez sobre sus intercambios con Cosse.
“Si me torean no me voy a dejar, pero nunca tomé una iniciativa en un debate que en algunas cosas casi fue personal”, vuelve a aclarar.
“Siempre que he podido he dado una mano y he estado. Evidentemente que dí un paso a favor de la actividad pública. Pero hay que ver el cómo y si uno es útil."
A Beatriz Batlle, la hija de Jorge que lo conoce desde la niñez, le encantaría verlo en la primera fila de la defensa de los ideales batllistas.“Es brillante intelectualmente”, dice y también destaca su humor, sus dotes para hacer imitaciones, así como una conducta intachable para hacer lo “éticamente correcto”. Además certifica el cariño mutuo que había con su padre.
“Se divertían mucho. Se entendían”, acota.
Tras su primer pasaje por Antel comienza su alternancia entre lo público y lo privado: Sudantex primero y Laguna del Sauce después, en donde tuvo el desafío de hacer de cero y gestionar el primer aeropuerto privado de América Latina.
Allí reconoció su perfil directivo y ejecutivo.
El hombre que le gusta hacer así como plantearse metas, cronogramas y evaluaciones.
El segundo pasaje por Antel –ya como presidente– y un corto periodo como ministro de Transporte y Obras Públicas, sobre el final de la administración Batlle concluyeron con una nueva vuelta a la actividad privada.
En Cancún lo esperaba uno de los desafíos más grandes de su carrera: el aeropuerto con mayor movimiento internacional de América Latina, que crecía a razón de un millón y medio de pasajeros por año.
Si los US$ 70 millones de inversión al año lo mantenían estresado, la llegada del huracán con mayor poder destructivo de la historia del Caribe lo enfrentó al momento más difícil de su carrera profesional.
Wilma hizo tierra sobre Cancún con una grado cinco de la escala Saffir-Simpson y detuvo su trayectoria arriba de la ciudad para azotar al balneario turístico durante casi 60 horas, en las que desapareció todo aspecto de normalidad.
Los vientos de 250 kilómetros por hora golpearon lo que se interponía en su camino y la ciudad se quedó sin comunicaciones, sin energía eléctrica, sin transporte, con poca comida y sin aeropuerto.
“Fue uno de los momentos más tensos de mi vida”, recuerda el ex presidente de Antel y agrega que la normalización llevó prácticamente un año.
En su ultima administración (2020 a 2023) precisamente, fue un bastión al enfrentar ese flagelo que azoto a nuestra patria.
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