Los policías encontraron cortes carcelarios en su celda y lo enviaron allí, pero esto tan solo significó una sanción más porque hace ya 11 años que está detrás de las rejas. La diferencia de Sebastián con respecto a la mayoría de los reclusos -según cuenta a El País desde el otro lado de la línea telefónica- es que él puede “cambiar el chip”.
Pisó la cárcel siendo primario, un “pibe sano” a los ojos de los otros privados, pero luego aprendió todo los códigos internos.
Pero así como es capaz de enfrentarse a un duelo a cuchillo, dice, de lunes a viernes se dedica a tener clases de microeconomía en la unidad.
Hace tres años que hace la Facultad de Ciencias Económicas y, pese a que la pandemia enlenteció el proceso, está enfocado y decidido en obtener el título. Lo ve como “una herramienta para defenderse en la sociedad” cuando salga.
“Por lo menos una vez por día pienso en que me queda un poco menos para salir de acá”, dice, aunque deberá cumplir su pena hasta 2030.
Una noche en 2011 robó un cuchillo de sierra tramontina de un restaurante para poder rapiñar a un hombre de 45 años.
Lo apuñaló y lo mató.
Así, lo condenaron por homicidio.
https://www.elpais.com.uy/informacion/policiales/170-privados-de-libertad-estudian-en-la-udelar-y-otros-70-estan-interesados-en-iniciar-una-carrera-en-2023
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