Sus planes trastabillaron, su propio partido le dio la espalda y proliferaron pronósticos de comentaristas de todos los ámbitos de que no podría sobrevivir más tiempo que una lechuga fresca. Así fue.
Truss reiteró su determinación de vadear la tormenta política a pesar del clamor generalizado que pedía su renuncia.
Por desgracia, la presión aumentaba minuto a minuto… hasta que, en cierto momento, vio bloqueadas todas las avenidas posibles.
Si necesitas ponerte al día, a continuación te presentamos una síntesis de los hechos básicos.
Truss recibió el 6 de septiembre la bendición para remplazar a Boris Johnson, quien fue elegido por los votantes en 2019, pero sufrió una espectacular caída tras una serie de escándalos que no le dejaron más remedio que abandonar el cargo en julio.
Los ciudadanos no eligieron a Truss, sino que ascendió al poder gracias a su triunfo en una contienda interna del Partido Conservador para convertirse en su dirigente.
Para elegir al sustituto de Johnson, los miembros del partido en el Parlamento seleccionaron, de entre un grupo de candidatos, solo a dos.
Estos dos candidatos se sometieron a una votación en la que participaron alrededor de 160.000 miembros del partido que pagan su afiliación (se trata de un grupo nada representativo de la nación de 67 millones de residentes, pues en su mayoría son varones de edad avanzada, blancos y de clase media).
Truss, de 47 años, fungió como secretaria de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Johnson. Favorecía medidas políticas agresivas, era partidaria del libre mercado y, tras cambiar de opinión, apoyó el brexit, con lo que se ganó al bando de derecha del partido a pesar de su pasado más moderado (antes de integrarse al Partido Conservador, perteneció al Partido Liberal Demócrata, de centro, durante sus años de estudiante en la Universidad de Oxford).
¿Cómo empezó a derrumbarse?
El horizonte nunca le presentó un trayecto sencillo.
Cuando Truss asumió el cargo, la nación tenía frente a sí un panorama económico desastroso, especialmente porque se esperaba que los costos de la energía se elevaran un 80 por ciento en octubre y volvieran a subir en enero.
Esta situación amenazaba con condenar a millones de británicos, que ya sufrían los efectos de la inflación y otros problemas, a condiciones de pobreza extrema que les imposibilitaran calentar su hogar o usar electricidad.
Así que, cuando los planes económicos que tanto promovió causaron un agravamiento inmediato de las condiciones, la reacción de total descontento no se hizo esperar.
Sus planes anunciados de recortes fiscales, desregulación y uso de préstamos causaron tal alarma entre los inversionistas de todo el mundo, que el valor de la libra británica se sumió a niveles récord con respecto al dólar.
El Banco de Inglaterra tomó medidas para apuntalar los bonos soberanos, en una intervención extraordinaria con la intención de traer calma a los mercados.
Esta respuesta no dejó duda alguna de que sus ambiciones de libre mercado eran insostenibles.
En una decisión humillante, esta semana se vio obligada a dar marcha atrás prácticamente en todos los recortes fiscales, incluido uno aplicable al grupo de mayores ingresos que fue blanco de muchas críticas.
Despidió a Kwasi Kwarteng, el ministro de Hacienda encargado de preparar el plan y su aliado cercano, y adoptó políticas económicas promovidas por el Partido Laborista, el partido de oposición.
“No es posible dar un giro total como el que ella dio y esperar que tu credibilidad política se mantenga”, comentó Jon Tonge, profesor de política en la Universidad de Liverpool.
¿Cómo se puso en peligro su cargo?
Sus concesiones no lograron apaciguar la rebelión que se propagaba dentro de su propio partido, que tenía el poder para derrocarla del mismo modo que hizo con Johnson.
Los conservadores (conocidos también como tories), que ya habían sufrido una marcada caída en sus índices de popularidad en la opinión pública tras los escándalos de Johnson, vieron sus estadísticas hundirse a profundidades impresionantes con los tropezones de Truss.
Una encuesta dada a conocer por Redfield & Wilton Strategies esta semana reveló el porcentaje de aprobación más bajo registrado en la historia para un primer ministro: el 70 por ciento de la población ve con malos ojos a Truss y ese porcentaje incluye al 67 por ciento de los conservadores.
Si se celebraran elecciones generales el día de hoy, el 56 por ciento de los votos favorecerían al Partido Laborista, mientras que el 20 por ciento de los electores votarían por el Partido Conservador, según la encuesta.
El descontento del Partido Conservador con Truss llegó a su clímax y se vio envuelta en un ambiente palpable de crisis.
El miércoles 19 de octubre, explotó en una lucha frenética por su supervivencia.
En pleno bombardeo de preguntas de los miembros del Parlamento, declaró: “Siempre lucho, no me doy por vencida”.
Entonces, sobrevino una oleada más de caos. Suella Braverman, la ministra británica del Interior, que se vio obligada a renunciar a causa del uso indebido de su correo electrónico, aprovechó su carta de renuncia para criticar a Truss, expresando “inquietud por la dirección que ha tomado este gobierno”.
Encima, una votación sobre el tema de la fracturación hidráulica en el Parlamento se transformó, según la información que circula, en una escena de hostigamiento, gritos, maltrato físico y lágrimas. Más conservadores del Parlamento expresaron abiertamente su deseo de que Truss renunciara al cargo.
Corrieron rumores sobre renuncias al más alto nivel. En ese contexto, resultaba difícil tener información actualizada.
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El 20 de octubre, Truss anunció que le había entregado su renuncia al rey y que el plan era elegir una nueva dirigencia en el plazo de una semana.
¿Y ahora qué?
Truss continuará con sus funciones de primera ministra hasta que se elija a su sucesor. Durante el anuncio de su renuncia, Truss señaló que la elección del nuevo líder ocurrirá en el transcurso de la próxima semana, con lo que el Reino Unido tendrá un líder no electo por segunda ocasión en forma consecutiva.
Las próximas elecciones generales, en las que podrán participar todos los ciudadanos y el Partido Laborista tendrá una nueva oportunidad para tomar el control, están programadas para enero de 2025, a más tardar.
El dirigente conservador podría convocar a elecciones antes, pero no sería nada lógico hacerlo pronto, pues las encuestas indican que el partido sufriría una derrota arrasadora frente al Partido Laborista.
Tonge subrayó que una ventaja que tienen los conservadores es el tiempo. En teoría, el partido podría recuperar su credibilidad si la economía se recupera en los siguientes años, señaló.
“No creo que el cambio de liderazgo garantice que los conservadores se salven”, aseveró.
“Pero es posible que sea una buena medida para limitar los daños”.
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The New York Times
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